NACIONALES

Exportar sin morir

Los exportadores deberían abrazar con más empeño las medidas de liberalización de todas las actividades económicas.

  • Franco Giuffra
  • Empresario

Las exportaciones del Perú están cayendo sostenidamente desde hace meses. Los números de julio han sido malos y la racha de pobres resultados no parece detenerse. Comprensiblemente, los empresarios exportadores están muy preocupados. Todos los meses cumplen puntualmente con recordarnos las menores ventas al exterior, el número de empresas del sector que cierra y los miles de puestos de trabajo que se pierden.

Junto con ello, reiteran sus propuestas al Estado para que intervenga. Algunas son sugerencias generales, que contribuirían a hacer más competitivos todos los sectores, como las referidas a flexibilizar la legislación laboral, disminuir la tramitología o mejorar la infraestructura del país. Las más reclamadas, sin embargo, tienen que ver con el aumento del ‘drawback’, una mayor devaluación y el incremento de los recursos de los ministerios en actividades de promoción en el extranjero.

No es fácil desmenuzar todas las cifras que circulan y estimar el verdadero impacto de esta situación. Hay subsectores que caen más que otros y empresas que venden la misma cantidad de productos, pero a menores precios. No hay cómo saber cuántas empresas que se cierran abren luego en otro rubro o cuántos empleos perdidos en un lado se recuperan en otra actividad. Tampoco conocemos si las ventas que no se hacen afuera se compensan en parte en el mercado interno y cuál es el impacto final de todo ello en las utilidades.

Pareciera que el gremio exportador es el más diligente en comunicar su mala situación. De todo lo que acompaña estos reportes, las propuestas en favor de la actividad económica general son sin duda las más alentadoras. Menos entusiasmo genera la fórmula para incrementar el ‘drawback’. Hay serios argumentos de equidad y hasta éticos para cuestionar un subsidio de esta naturaleza para un sector en particular.

Lo mismo puede decirse de imponer una mayor devaluación, una medida que incrementa los ingresos en soles para el exportador, pero encarece todas las importaciones, en un país que esencialmente vende y compra del exterior más o menos magnitudes similares.

Finalmente, no parece muy realista que el sector privado exportador siga esperando milagros producto de las acciones promotoras del Estado. Salvo las negociaciones comerciales y los tratados de libre intercambio, ni las oficinas comerciales que este gobierno ha multiplicado ni las ocurrencias centralistas de los planes nacionales exportadores cambiarán las cosas en una magnitud perceptible.

Los exportadores deberían abrazar con más empeño las medidas de liberalización de todas las actividades económicas. Incluyendo la facilitación de las importaciones, cuyo crecimiento haría subir el tipo de cambio de una forma más sana y acorde con una economía de mercado. Como sabe cualquier importador, los tratados de libre comercio en el Perú han dejado intactas las miles de restricciones paraarancelarias y burocráticas que hacen imposible el intercambio fluido desde el exterior.

Insistir en regímenes especiales, subsidios o ayudas estatales no crea empresas competitivas. Las aísla del mercado. Una economía más libre, por el contrario, permite sincerar la asignación de recursos a los sectores y rubros empresariales que resultan más viables y sostenibles.

Es fácil decirlo. La situación apremia y en nombre del pragmatismo parece razonable que el Estado haga algo para corregir la situación de manera inmediata. Hay que resistir esa tentación. Si regresamos a las intervenciones sectoriales empezaremos a desmontar los principios que nos han sostenido los últimos veinte años.

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