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Los 20 años de Ositrán, por Enzo Defilippi

“Ositrán enfrenta un reto especialmente desafiante porque es menos conocido que sus pares, lo que hace que sea más fácil desnaturalizar su labor”.

ENZO DEFILIPPI PROFESOR DE PACÍFICO BUSINESS SCHOOL

Enzo Defilippi

Ayer tuve el gusto de participar como ponente en un evento organizado por Ositrán con motivo de su vigésimo aniversario. Trató sobre los retos que enfrenta la regulación de la infraestructura de transporte en el Perú.

La regulación de monopolios fue un tema relevante durante la década de los noventa, cuando aún se debatía cómo esta debería ser implementada en países como el nuestro. La creación de Ositrán marcó un hito porque si bien había cierto consenso con respecto al diseño institucional y metodologías de tarificación aplicables a los sectores de telecomunicaciones y energía, la experiencia regulatoria en infraestructura de transporte era prácticamente inexistente.

En la actualidad, las discusiones ya no son más sobre la pertinencia de usar tal o cual metodología (después de tanto tiempo ya se tiene cierta idea de qué funciona y cuándo) sino sobre temas relacionados con la autonomía e institucionalidad de los reguladores. En ese sentido, Ositrán enfrenta un reto especialmente desafiante porque es menos conocido que sus pares, lo que hace que sea más fácil desnaturalizar su labor.

De hecho, yo creo que fue este desconocimiento el que motivó que se le encargase la supervisión del metro de Lima, actividad que no tiene nada que ver con la regulación de monopolios. De haberse entendido que Ositrán existe para fijar tarifas y no para supervisar contratos de concesión (lo que solo debería hacer cuando se trata de monopolios) sería más claro por qué esta fue siempre una mala decisión.

Espero que la Autoridad de Transporte Urbano (próxima a crearse), que debe supervisar todos los servicios de transporte (Metropolitano, autobuses y taxis), asuma también esta tarea.

Por otro lado, mucha de la autonomía de la que goza una institución tiene que ver con el prestigio que le generan sus decisiones. En el caso de Ositrán, creo que aún hay espacio para mejorar. Hoy, por ejemplo, su Gerencia de Regulación es la encargada de recomendar al Consejo Directivo el nivel de las tarifas.

Como el Consejo Directivo no tiene por qué tener conocimientos profundos de tarificación, basa sus decisiones en estas recomendaciones. El problema es que si un concesionario considera que no se han tomado en cuenta sus argumentos, quien los analiza y recomienda al Consejo Directivo incorporarlos es el mismo equipo que ya los desechó.

Eso hace que la probabilidad de revertir una decisión equivocada sea mínima (aun si se tiene razón). Ello aumenta el riesgo regulatorio, incrementa el retorno mínimo que un inversionista aceptaría por invertir y termina encareciendo las tarifas.

Para mitigar este riesgo, Ositrán debería contar con un equipo técnico independiente a quien la Gerencia de Regulación deba convencer de la razonabilidad de sus recomendaciones antes de presentarlas. O bien su Consejo Directivo debería estar asesorado por técnicos independientes que lo ayuden a analizar la razonabilidad de los argumentos del concesionario y de la gerencia que recomienda rechazarlos. Así se reduciría la probabilidad de que las decisiones regulatorias reflejen algún tipo de sesgo.

En teoría, los reguladores deberían desaparecer cuando la competencia haga que ya no existan mercados monopólicos. Hasta que ello ocurra, debemos darles las facilidades para que hagan su trabajo lo mejor posible. Nos conviene a todos.

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