¿Puertos vulnerables?
Los puertos suelen ser la entrada y salida de sustancias químicas que se utilizan en la elaboración de diferentes drogas ilegales, pero también son lugares donde el consumo de éstas y de alcohol se ha convertido en práctica recurrente.
Cuando International Container Terminal Services Inc (ICTSI) planeaba el desarrollo de la segunda Terminal Especializada de Contenedores (TEC II), denominada Contecon Manzanillo, sabía que tenía que replicar los mecanismos de seguridad que tiene establecidos en sus terminales a nivel global. Pero una vez entrando en funciones, dio un siguiente paso que le ha valido no presentar ni un solo percance en ya dos años de operaciones.
Claudio Mustico, Director de Tecnología, Seguridad Portuaria y Medio Ambiente de la terminal, recuerda que la instalación de 160 cámaras de vigilancia les permitió darse cuenta de comportamientos anormales en los camiones que entraban a la terminal, por lo cual se comenzaron a diseñar medidas para identificar los motivos.
De esta forma, Contecon implementó una política de “cero alcohol y adicciones” que disgustó no sólo a los trabajadores sindicalizados, sino a asociaciones de agentes aduanales y autotransportistas, quienes de inicio no comprendían que lo que buscaba el operador portuario era un lugar seguro, en primera instancia para los trabajadores, pero también para la protección de la infraestructura, la carga y el equipamiento.
El de México no es el único caso, ni el primero en el mundo; del otro lado del continente, en Argentina, sucede un evento similar. En la terminal portuaria de Villa Constitución se asientan los muelles de la empresa Aceros Industria Argentina (Acindar), de Grupo ArcelorMittal, donde los trabajadores con problemas de alcoholismo o drogadicción tienen un tratamiento especial.
En un escenario alterno, pero íntimamente ligado, Juan José Sánchez, representante en México de la firma alemana Geutebrück, especializada en tecnología y videosistemas, encuentra en la seguridad portuaria tres defectos: el rezago en la instalación de la tecnología y su mantenimiento, el desconocimiento de tendencias vanguardistas; y, nuevamente, el factor humano, de donde –identifica-, pueden venir filtraciones de información y posibles ataques a las instalaciones.
Y lo peor, posiblemente esa persona tenga que hacer uso de alguna sustancia ilícita para poder soportar largas jornadas de trabajo, y enfrentar los mecanismos de seguridad descritos anteriormente y, por otra parte, coludirse con quienes quieran perpetrar algún ataque al recinto.
Si deseas conocer más acerca de este tema, puedes descargar la edición de octubre de la Revista T21 y consultar su reportaje de portada, disponible sin costo aquí. (Con información de Enrique Duarte).
T21 [Mexico] 05/102015