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España : Habla un armador

Los empresarios no suelen escribir en los periódicos. Ellos son actores protagonistas, no observadores ni analistas de la actualidad. Han de cuidar un equipo humano siempre complejo, atender unas finanzas que nunca son suficientemente sólidas y dirigir una actividad acechada por los vientos y amenazada por los vaivenes de la política. Hay excepciones, por supuesto, las ha habido siempre. En el sector naviero español, la más conocida y la más apreciada fue la que personificó Ernesto Anastasio, fundador de Trasmediterránea en 1917 y presidente de la misma entre 1932 y 1957. Anastasio, capitán de la marina mercante y abogado, fue un magnífico escritor que sacaba tiempo de las horas del día para satisfacer su pasión por el periodismo, un oficio que admiraba.

Constituyen los navieros un ejemplo de empresarios que, como mínimo, cabe calificar de especiales. “Los barcos son de madera y los marineros son hombres”, le advierte  Sylock a Basanio (acto I, escena segunda de “El mercader de Venecia”, Shakespeare), cuando éste le pide en préstamo tres mil ducados por tres meses, el tiempo que el naviero calcula que tardarán sus naves en llegar a puerto y cobrar los fletes. El mar, la fortuna de mar, es profesión de personas osadas, con la ambición justa  para afrontar los riesgos del mar tempestuoso, con el talento y la tenacidad infatigable para organizar una empresa que negocia y compite con armadores de todo el mundo. La aventura marítima tolera mal la codicia de los piratas y se rebela contra el miedo de los financieros y las dudas de los membrillos.

Escribe Adolfo Utor

El naviero español por excelencia de los últimos años, Adolfo Utor, presidente de Balearia, publicó ayer en este medio un texto que reproduce en sus líneas esenciales el artículo publicado en el Diario de Mallorca del lunes 13 de abril de 2020, un artículo con el título un tanto esotérico, de “Lealtad por tierra, mar y aire”; título al que el periódico balear añadió un subtítulo: “La adaptación a la nueva realidad ha de cimentarse sobre los valores de confianza, solidaridad y cohesión social”, una frase sacada del texto del artículo. Yo hubiera escogido otra: “Formamos parte estratégica de la economía productiva, la generadora de riqueza y empleo, la que nos permite vivir libremente, sostener y disfrutar del Estado del Bienestar”; o tal vez me hubiera decantado por ésta: “Las autoridades públicas se equivocarán si no muestran por las navieras la misma preocupación que están demostrando, con hechos, por las compañías aéreas”. ¿Con qué hechos? Nada nos dice el presidente de Balearia.

Prudente, prefiere atenerse a lo suyo sin meterse en casa ajena. Tras mostrar los sacrificios que está soportando la naviera, un desplome del 70% de sus ingresos; 20 barcos de 32, inoperativos, y los 12 restantes, sin pasaje y trabajando cada día para garantizar las necesidades esenciales de suministro de bienes de primera necesidad, servicios que se mantienen con importantes pérdidas, Adolfo Utor presenta sus reclamaciones. Y lo hace con contenida discreción: En pleno descalabro de ingresos, facturar servicios portuarios -como prácticos, amarradores, estiba, remolcadores, tasas y cánones, en ocasiones abusivos e innecesarios- es un lastre, una incongruencia difícil de entender. Por si quedara alguna duda, aclara: el Govern Balear ha tenido la sensibilidad de decretar exención de tasas. Medidas necesarias si se considera que, en algunas frecuencias, el flete ingresado no alcanza ni para el abono de los servicios portuarios.

El precedente de Ernesto Anastasio

Hace muchos años, en la memoria del ejercicio de Trasmediterránea de 1922, Ernesto Anastasio dejó constancia del dogal que ya entonces atenazaba la actividad de las navieras, particularmente de las dedicadas al cabotaje, como es el caso de la mayoría de los barcos de Balearia:

Arbitrios de Obras de Puerto, impuestos sobre el transporte de mercancías y de pasajeros, derechos y exacciones de Aduanas, tributos de Sanidad marítima como tales exigidos a nombre de medidas impuestas por las necesidades de la salud pública, remolques y practicajes, pólizas y recargos en determinados servicios para el sostenimiento de los Pósitos de pescadores forman el cuadro incompleto de las gabelas con que la Administración saluda al buque que realiza la temeridad de acercarse a nuestros puertos, preparando el asalto que ha de recibir después en los servicios de desestiba y estiba, descarga y carga, guardería y custodia de las mercancías sobre muelle, todo ello sistemáticamente organizado y minuciosamente previsto para que todos los pequeños y subalternos intereses que pululan alrededor del tráfico marítimo hallen debido acomodo y sosegada permanencia, siquiera sea en detrimento y a costa del interés del buque que, siendo anterior y superior a todos, no tiene otros contactos con la Administración que los de la hostilidad y el rigor en exigir sucesivas y mayores exacciones, y con las organizaciones para los servicios de puertos, los de la lucha para defenderse el buque de las tarificaciones absurdas, del sabotaje de las horas extra y de la general anarquía en los métodos de trabajo que para nada cuentan con la autoridad de los Capitanes, porque se imponen por la propia fuerza de los que lo realizan y por la tolerancia del comercio que los consiente.

Carezco de la información que seguramente maneja el naviero Adolfo Utor, por lo que me abstengo de opinar al respecto de su queja y sus demandas. Pero le felicito y aplaudo por el valor de salir a la palestra, pues para muchos ciudadanos, tal vez la mayoría, el mutismo de los empresarios se interpreta con frecuencia en clave conspirativa y secretista; y a veces se relaciona con el temeroso silencio de los corderos. Y le doy las gracias por haberme permitido escuchar de un armador un canto de esperanza, tópico si se quiere, pero muy valioso:

Los barcos que se acolchan sobre los muelles soltarán amarras y las cubiertas se llenarán de nuevo de pasajeros. Y todos seguiremos conquistando puertos para el progreso de este gran país.

NOTA DEL EDITOR. El título de este artículo está tomado de un editorial que Ernesto Anastasio publicó el 1 de septiembre de 1905 en la portada del Boletín Náutico, órgano de la Asociacion Náutica Española, de la que era presidente. A la reproducción fotográfica del artículo de Anastasio le falta el final: «…tuvo el buen gusto de decir quien me inspiró el artículo». Antonio Lázaro, entonces director de la Compañía Valenciana de Navegación, era el armador al que se refiere Anastasio en el texto.

Fuente : El Naucher

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