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¿América Latina está preparada para el tsunami tecnológico que ya llegó?

Isabel Guerrero, profesora de Harvard Kennedy School, comenta el impacto de las tendencias tecnológicas en el mercado laboral, la productividad y la educación a nivel mundial.

ISABEL GUERRERO, PROFESORA DE HARVARD KENNEDY SCHOOL

El ritmo de innovación tecnológica se mueve en forma geométrica y cuando menos lo esperemos, estaremos viviendo en el mundo de los supersónico. Autos que no necesitan conductores, robots que obedecen nuestras órdenes sobre que música queremos escuchar o que comida queremos pedir. Los ejemplos abundan entre nosotros.

Google acaba de lanzar audífonos que permiten la traducción simultánea. Uber y la firma brasileña, Embraer, firmaron un convenio para el desarrollo de carros eléctricos voladores. En las bodegas de Alibaba, la empresa china de venta al por menor más grande del mundo, la mayoría del trabajo es realizado por robots, reemplazando así al 70% del personal, según reportó Business Insider.

Incluso, hace poco, Sophia se convirtió en la primera robot humanoide del mundo (ver video) con ciudadanía reconocida, la saudita. Es una robot capaz de imitar más de 60 gestos y expresiones humanos, fue diseñada para expresar emociones y empatía, siendo capaz de interactuar y sostener una conversación.

La revolución tecnológica ha llegado con un impacto que es 3,000 veces mayor que la revolución industrial, y por ende, nos abre un sinfín de posibilidades (ver Where Will Latin America Growth Come From? Discussion paper, McKinsey Global Institute, 2017).

Pero es también un terremoto que sacude al mercado laboral. Este terremoto, que ya estamos viviendo, va a traer secuelas —un tsunami—, que va a cambiar el trabajo tal cual lo conocemos. Sabemos esto por la experiencia de la revolución industrial. Si la revolución industrial fue un terremoto de 5 grados, esta revolución tecnológica que estamos viviendo es de grado 10, por lo menos. En el período de industrialización se generaron grandes beneficios para la sociedad como mejoras en la calidad de vida y en la productividad, mayor eficiencia y comodidad. Sin embargo, hubieron grandes costos generados por estos cambios, incluidos la baja de ingreso en el sector agrícola, el desempleo y un aumento en la desigualdad entre el campo y la ciudad.

La nueva era de las máquinas, como lo define Massachusets Institute of Technology (MIT), ha trastocado de tal manera el mercado laboralque ha impactado el tipo de trabajo, los salarios y las competencias requeridas. Este es el tsunami que viene después del terremoto. Por un lado, están los trabajadores que pueden ser reemplazados por robots, sobre todo en aquellas tareas que son repetitivas y automatizables. En América Latina, la mitad del tiempo de los trabajadores de la región podría ser automatizado, con mayores proporciones en manufactura, turismo y agricultura.

Por otro lado, están todos los nuevos trabajos que serán creados como aquellos que hace poco no existían: administrador de redes sociales, ingenieros para el desarrollo de autos sin conductor, conductores de Uber, analista de datos masivos (big data), operadores de drones, entre otros.

Se espera que aquellos empleos que requieren de creatividad, socialización y competencias no cognitivas serán difícilmente reemplazables. Así también, existirá mayor demanda para todo aquello que sea inherentemente humano, que demanda interacción personal e inteligencia social como el cuidado de personas enfermas, procesos de negociación o de persuasión. Las llamadas “competencias blandas”, serán altamente deseables en la formación de nuevos profesionales.

Las nuevas tecnologías también generan cambios en las características de los nuevos empleos. Existe mayor flexibilidad en cuanto al tiempo y el tipo de relación laboral con los trabajadores. AirBnB, por ejemplo, tiene miles de trabajadores por cuenta propia. Las distancias geográficas serán cada vez menos evidentes, con el uso de plataformas virtuales para facilitar la conexión entre colaboradores o la contratación de profesionales alrededor del mundo a través de plataformas como upwork o fiverr. Incluso los medios de pago tradicionales hoy presentan alternativas que no hubiéramos imaginado posibles como el dinero electrónico que ya es utilizado en 19 países en América Latina, siendo especialmente exitoso en El Salvador, Honduras y Paraguay, de acuerdo con un estudio de la firma GSMA.

En resumen, se espera un mercado laboral polarizado. Habrá demanda de trabajo para personas con alta especialización y conocimiento. También habrá demanda para muchas personas que realizan trabajos manuales con bajos salarios. El reto, tanto para el sector público como para el privado, está en todas las personas que están en la mitad, donde su trabajo rutinario será fácilmente reemplazado por robots y por inteligencia artificial. Esto incluye cajeros, traductores, abogados, contadores, etc.

Los efectos positivos y las oportunidades que pueda generar este tsunami tecnológico para la región dependerán en gran medida de nuestra capacidad de respuesta, de anticipación y preparación para lo que ya estamos viviendo. Adaptarse o morir.

¿QUÉ PODEMOS APRENDER DE ASIA?

La capacidad de previsión y planificación de América Latina a largo plazo ha sido débil, lo cual ha mermado nuestra capacidad de generar los cambios requeridos para enfrentar este terremoto tecnológico y prepararnos para el tsunami que se viene en el mercado laboral. Quizás una de las falencias sea precisamente nuestro horizonte de planificación. Mientras nosotros seguimos hablando de la década latinoamericana, Asia está pensando como alcanzar el máximo potencial del “siglo asiático”.

El Banco Asiático de Desarrollo publicó en 2011 un estudio sobre la visión de Asia al 2050, con el objetivo de tomar acciones para mantener el impulso por los siguientes 40 años, adaptándose a un ambiente económico y global cambiante. El escenario pesimista de la publicación y que busco realizar un llamado de atención a los líderes de la región para actuar, es que Asia siga el camino de Latinoamérica de los últimos 30 años, la trampa del ingreso medio. Ven a América Latina como poco dinámica, con bajos niveles de inversión, incrementos modestos en productividad, timidez para llevar a cabo proyectos de largo plazo, excesiva desigualdad y falta de pragmatismo en debates entre el rol del Estado y del mercado, donde predomina la ideología (ver Why and How Latin America Should Think About the Future? The Dialogue de Sergio Bitar, 2016).

El banco señala, entre los activos intangibles para el futuro de la región asiática, la habilidad de sus líderes para enfocarse en el largo plazo, el compromiso para modernizar gobiernos y sus instituciones, la habilidad de sus ciudadanos de pensar de manera pragmática y no ideológica, y el fortalecimiento de la integración regional. Un ejemplo de esta diferencia en enfoque es que el documento de largo plazo de América Latina se publicó en 2016 para los siguientes 15 añosAsia lo hizo cinco años antes para un horizonte de 40 años y se refiere a líneas de acción a tomar intergeneracionales. Este contraste de visión, y de ambición, se ha traducido en grandes diferencias en productividad y crecimiento.

El principal reto de nuestra región sigue siendo el incremento en sus niveles de productividad, lo que incide directamente en su nivel de crecimiento. Comparada con otras regiones en desarrollo, en los últimos 15 años América Latina tuvo el peor desempeño económico, medido por la tasa de crecimiento del PBI. Alcanzó apenas un 2.9%, mientras que el promedio de regiones en desarrollo fue de 5.6%, en China 9.4% y en el Sudeste Asiático 6,7 por ciento. La descomposición del crecimiento nos muestra que la tecnología ha jugado un rol primordial. Mientras que el 86% de la productividad de Asia proviene de cambios tecnológicos, en América Latina esta contribución es de apenas el 22%.

De hecho, según un estudio de McKinsey, entre 2000 y 2015 en economías en desarrollo la productividad creció al 3.9% anual y el PBI per cápita incrementó en 4.2%; durante el mismo período en Latinoamérica el crecimiento fue de apenas 0.6% y 1.6%, respectivamente. El gráfico 2 muestra como la brecha de productividad entre Latinoamérica y Asia sigue creciendo. No hay tiempo que perder.

La visión de largo plazo de Asia parecería ser aún más ambiciosas para los siguientes años. Aspiran pasar de un modelo de “igualar” a países desarrollados a uno donde se conviertan en la referencia mundial, con acciones de ruptura en ciencia y tecnología. ¿Cuál es la visión de largo plazo de América Latina?

LA EDUCACIÓN, NUESTRA MEJOR APUESTA

La educación es el principal instrumento para enfrentar los desafíos de la región, incluyendo el incremento de la productividad. El talento humano y la economía del conocimiento abre una infinidad de posibilidades para la región que se pueden aprovechar generando las condiciones adecuadas. Apenas estamos enfrentando las primeras batallas, muy por detrás de otras regiones en vías de desarrollo.

Nuestros jóvenes están en desventaja. Si bien los últimos 15 años hay un incremento de matrícula, aún el 31% de los jóvenes no ha completado la secundaria y no está estudiando, de acuerdo con el estudio Latin American Economic Outlook 2017: Youth, Skills and Entrepreneurship de la OCDE. Incluso asistir, y en el mejor de los casos culminar los estudios, resulta insuficiente por la baja calidad de la educación. Si comparamos los resultados de las pruebas PISA, los países de América Latina se encuentran en el último tercio mientras que los países asiáticos ocupan los primeros lugares:

Llama la atención, por ejemplo, que Corea tenga el mismo número de estudiantes enrolados en universidades en Estados Unidos que América Latina, cuando tiene 10 veces menos población que nuestra región. Los planes de estudios en Asia están constantemente buscando educar a sus ciudadanos para enfrentar los retos de la sociedad moderna, con énfasis en ciencia y tecnología. Desde la escuela primaria, las matemáticas y las ciencias han sido los principales temas de enfoque de Corea, Japón, Hong Kong y Singapur. Estos países siempre se colocaron en el rango más alto en las pruebas de matemáticas y ciencias y son precursores tempranos del famoso Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés).

STEM, programa promovido por los gobiernos de George Bush y Barack Obama para preparar ciudadanos para el mundo del trabajo del S. XXI, se consideró por mucho tiempo como el gran objetivo para preparase para el mercado laboral del futuro. Pero la velocidad del cambio tecnológico y el progreso en la capacidad de aprendizaje de la inteligencia artificial, como Google Brain, sugieren que el tipo de trabajo que va a ser relevante en el futuro es diferente de lo que se pensaba.

Un reciente estudio de la Universidad de Harvard —The Growing Importance of Social Skills in the Labor Market, de David Deming— muestra que los trabajadores con competencias sociales y técnicas, no solo técnicas, son ya los más solicitados en el mercado laboral y donde más se ha incrementado el ingreso por horas.

En Estados Unidos, entre 1980 y 2012 los trabajos que requieren una alta interacción social han incrementado su participación en el mercado laboral en 12 puntos porcentuales, mientras que aquellos trabajos intensivos en matemáticas pero menos sociales —incluidas varias de las ocupaciones STEM— han reducido su participación en 3 puntos porcentuales en el mismo período. La importancia de las competencias sociales ya es evidente.

Nuevas categorías de trabajos, sin precedentes, serán necesarias alrededor de cualidades esencialmente humanas, reforzando la tendencia de los últimos años (ver Companies Are Reimagining Business Processes with Algorithms, en Harvard Business Review). Estos incluyen entrenadores para inteligencia artificial (empatía), traductores/interpretes entre el mundo tecnológico a los usuarios humanos, ombudsman para defender las normas de los valores humanos y la moral.

Pero también el arte y la solidaridad van a ser centrales como habilidades, porque no son reemplazables por la inteligencia artificial. Ahí es adonde se presenta la posibilidad para que Latinoamérica de un brinco por encima de Asia, hacia el futuro.

Para empezar, podemos recurrir a la imaginación de Borges, Cortázar y García Márquez para anticiparnos a un futuro que es desde acá impredecible pero que sabemos que está más cerca de lo que pensábamos. América Latina no sólo tiene la ventaja de su tradición creativa, sino también tiene una gran fortaleza en términos del capital social y la capacidad de calurosa empatía que van a necesitarse más que nunca en el mundo de los supersónicos.

Nosotros pensamos que este es un tema de vital importancia para el futuro de Latinoamérica y que estamos contrarreloj. El terremoto tecnológico ya está entre nosotros y tenemos poco tiempo para prepararnos para el tsunami laboral. Pensamos que esta es una gran oportunidad para que la transformación tecnológica sea una aliada para el despegue productivo de América Latina. No tenemos las soluciones. Esas requieren de imaginación y debate. Pero con este artículo queremos invitarlos a una conversación sobre este tema, esperando que los jóvenes contribuyan de manera importante. ¡El futuro es ahora!

Más referencias bibliográficas

Bakshi, H. et al (2017). The Future of Skills: Employment in 2030. London: Pearson and Nesta.
Beliz, Gustavo (2017). Beyond Borders: The Future of Work in Latin America. Interamerican Development Bank.
Benedikt, Carl and Osborne, Michael (2013). The Future of Employment: How Susceptible are Jobs to Computarization? Oxford University.
Familiar, Jorge (2017). Time is now to Build the Future for Latin America and the Caribbean. World Bank.
Mahdawi, Arwa (2017). What Jobs will still be around in 20 years? Read this to prepare for your future. The Guardian.
Manpower Group (2017). A Skills Revolution: From Consumers of Work to Builders of Talent. Human Age Series.
McKinsey Global Institute (2017). Technology, Jobs and the Future of Work. Briefing Note. Fortune Vatican Forum 2016.
Salazar, J. et al (2016). The future of work, employment and skills in Latin America and the Caribbean. International Labor Organization.
The Economist (2011). The future of jobs. Special Report. September 10th, 2011.
The Economist (2014). The onrushing wave.

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